No desesperes. Del bloqueo, querido escritor, se sale. Muchas veces, solo hay que esperar un tiempo hasta que la chispa de la inspiración brilla de nuevo. Pero si quiere acelerar el proceso, o el bloqueo te genera mucha ansiedad, existen ciertos trucos que podemos usar.
Reconoce que tienes un bloqueo
Y hazlo cuanto antes. Identificar un problema es siempre la primera fase para superarlo. Negarte a ti mismo una y otra vez que estás absolutamente sobrepasado, y empeñarte en seguir dejándote los ojos en la misma página o en el parpadeo del cursor día tras día no tiene sentido.
Identifica la causa.
«¿Por qué estoy bloqueado?», debería ser la primera pregunta que nos hagamos siempre que detectemos un patrón en nuestra escritura. A veces puede ser la obra en sí, quizás la trama no va por dónde querías, no consigues transmitir la atmósfera adecuada o los personajes se sienten planos. A lo mejor, descansar un poco de la historia para verla con nueva perspectiva o incluso replantearte ciertas cosas sobre ella pueden bastar para desbloquear de nuevo tu inventiva.
Pero quizás el bloqueo viene de ti mismo. Quizás estás aterrado ante la idea de no ser lo suficientemente bueno, de defraudar a tus lectores, de no tener éxito en las metas que te pongas… En muchas menos ocasiones de las que pensamos, la procrastinación llega a nuestra vida por pura holgazanería. Casi siempre es una manera de postergar algo que tememos hacer, porque no nos creemos capaces de hacerlo o de hacerlo bien. Si es así, si esa es la causa de tu bloqueo, deja de gandulear y coge el toro por los cuernos. Sí, aunque lo que estés escribiendo no vaya a ganar nunca el premio Planeta.
Pasea. Relájate. Cambia de actividad.
Date permiso a ti mismo a descansar, despejarte y airear las ideas. Quizás la próxima vez que te sientes frente al ordenador tengas las cosas más claras.
Lee
Vuelve a redescubrir el placer de leer, en caso de que lo hayas perdido. Lee a autores cuya narrativa te gusta, que creen una ambientación parecida a aquella que estés intentando plasmar. O prueba a releer un libro que adores, no importa cuántas veces lo hayas leído antes. Disfrutar de la lectura, sin más pretensiones que la pura diversión, pueden ayudarte a redescubrir por qué empezaste a escribir en primer lugar.
Escribe
Lo que sea. Mucho o poco, siempre será mejor que nada. Si una escena te tiene bloqueado, pasa de largo y escribe otra escena. U otro capítulo. Si necesitas un descanso de tu historia, concédetelo, pero escribe algo más: un micorrrelato, un diario, un post, cartas…
Coge papel y lápiz
Sí, me has leído bien. Apaga el puñetero ordenador y coge papel y lápiz (un bolígrafo sirve para el mismo fin), siéntante en un lugar cómodo y alejado de distracciones (apaga también el puñetero móvil), sírvete un café o cualquier bebida caliente que te apetezca y empieza a escribir. La escritura manual genera en el cerebro un feedback de las acciones motoras que nos hace ser más consciente de lo que escribimos, proceso que no ocurre con la escritura en teclado. Quizás descubras que escaletar una trama o avanzar con una escena que se te resiste es mucho más fácil si lo haces en papel.
Disfruta
Parece obvio, pero la primera vez que te sentaste a escribir algo lo hiciste porque querías hacerlo, porque algo dentro de ti lo pedía a gritos. Y lo disfrutaste como un enano, aunque probablemente el resultado te resultaría vergonzante de volverlo a leer. Date el permiso a ti mismo de volver a disfrutar al escribir como aquella primera vez, de escribir lo que te apetezca sin preocuparte de nada más. Mientras más te centres en la alegría del proceso, menos te angustiará la calidad del resultado.