Pues aquí les traigo la primera parte de la entrevista a David, porque le habéis hecho tantas, pero tantas preguntas a este pobre hombre, que he tenido que dividirla en varias partes. La segunda parte la publicaré mañana o el domigno, y ya veremos si hay una tercera parte…
En definitiva, que muchas gracias a tod@s los que han hecho preguntas para David, siempre superais mis más locas expectativas.
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Como es un hombre muy ocupado, no me quedó más remedio que quedar con él en las oficinas del Grupo Van Kerckhoven. Tras estar un rato esperando, sentada en un banco frente a la mesa de una secretaria cuarentona y con bastante mal humor, me dejaron entrar. Su despacho es una amplia sala con enormes ventanales, de mobiliario sobrio y elegante, sin embargo, apenas me fijé más que en él.
David es algo más alto que yo, pero en ningún sentido se le puede considerar un hombre alto. Se pone de pie cuando me acerco, y me ofrece la mano por encima de la mesa con una cordialidad que no parece fingida, aunque con los ejecutivos nunca se sabe. Es exquisitamente educado, pero yo me quedo como una boba mirando para él: su traje de chaqueta, hecho a medida, resalta la elástica delgadez de su cuerpo; su piel aceitunada tiene una textura jugosa, su cabello, cuidadosamente peinado, es muy negro, y sus ojos son enormes, del color del mar en un día de tormenta. Su belleza es casi delicada, pero su manera de moverse, la fuerte mano que siento contra la mía y su voz profunda desprenden una rotunda virilidad. Será que yo siento debilidad por los tíos con un punto de androginia, pero no puedo dejar de pensar “¡Qué tío más sexy!”.
—Hola David —digo cuando consigo cerrar la boca—, gracias por acceder a esta entrevista de la revista “Ejecutivos en el Armario”, y su filial sudamericana, “Ricos en el Closet”. Como podrás comprender, tu identidad quedará en el anonimato, así que puedes habar con total sinceridad. ¿Te parece si empezamos?
—Sí.
—¿Nos puedes explicar a qué te dedicas exactamente?
—Soy el Director Ejecutivo del Grupo Van Kerckhoven España y formo parte de su gobierno corporativo. También soy el Presidente de la Fundación Ícaro, una fundación dependiente del Grupo Van Kerckhoven, que se encarga de gestionar la obra social de la empresa.
—¿Y en qué consiste tu trabajo?
—Pues básicamente, y para no aburrirte, soy el encargado de llevar a cabo la fase operativa las estrategias generales de la empresa. Es decir, el gobierno corporativo, encabezado por el Presidente, decide las líneas generales de actuación, y yo, como Director Ejecutivo, soy el encargado de llevar a cabo esas actuaciones y de decidir cómo hacerlo. Es más complejo que eso, pero como acabo de decir, no quiero aburrirte.
—¿Te gusta tu trabajo o lo haces porque te toca?
—Un poco de las dos cosas. Con el paso de los años he aprendido a verlo como una responsabilidad, y me he implicado en esto. Además, soy bueno en lo que hago.
—¿En qué otra cosa te hubiera gustado trabajar?
—No en esto —dice. Y se ríe.
—¿Qué carrera estudiaste?
—Dirección y Administración de empresas.
—Tienes alguna especialización?
—Tengo un Máster en Finanzas, y otro en Mercados Internacionales.
—De haber podido estudiar otra cosa, ¿que te habría gustado?
—Me habría gustado poder seguir estudiando música.
—¿Te gustaría dedicarte a la música o dedicarle más tiempo de tu vida?
—Me gustaría poder dedicarle más tiempo a tocar el piano, pero sencillamente no lo tengo. En cuanto a lo otro… La música es algo a lo que una vez quise dedicarme, pero eso fue hace mucho tiempo y ya apenas pienso en ello.
—¿Era ese tu sueño cuando eras pequeño?
—Sí, pero como acabo de decir, es algo en lo que ya no pienso.
—¿Por que sientes que ya no puede volver a tocar un piano?
—Eso fue algo muy concreto, durante una época muy dura de mi vida. Justo después de quedarme viudo no me apetecía tocar ni escuchar música. No por nada en particular, sino simplemente, no deseaba hacerlo.
—Perdona, ¿es David Fan-der-co-qué?
—Fan-ker-co-fen —deletrea con educación.
—¿Cuántas veces calculas has tenido que deletrear o pronunciar sílaba a sílaba tu apellido en España?
—No lo sé. Muchas, muchas veces.
—¿Crees que esa es la razón de que te llamen David CaféConPan, porque no saben pronunciar tu apellido?
—¿Qué me llaman cómo?
—Nada, nada, déjalo. —Carraspeo, para no explicarle que le llaman así por estar de toma-pan-y-moja—. Hablemos de cosas más personales. ¿Qué hay de tu vida social, a cuántas personas realmente podrías llamar amigos?
—A muy pocas. Dos o tres personas a lo sumo.
—¿Te consideras una persona extrovertida o introvertida?
—Depende de para qué. Soy muy extrovertido y nada tímido en contextos sociales, pero tiendo a la intraversión, y soy muy mío en cuanto a los temas personales.
—¿Qué pensarías si te dijera que hay muchas personas «anónimas» apoyándote para que encuentres la felicidad?
—Me sentiría muy raro. ¿Qué clase de personas?
—¿Qué imagen te gusta proyectar ante los demás?
—La de ser más duro de lo que en realidad soy.
—Hay quien te define —y perdóname por decirte esto— como un —y cito— auténtico gilipollas. ¿Qué opinas al respecto? ¿Te consideras así a ti mismo?
—Es obvio que no —sonríe—, pero entiendo muy bien por qué muchas personas tienen esa imagen de mí. Y no se los reprocho.
—¿Qué opiniones políticas y religiosas tienes?
—Me las reservo para mí.
—Venga hombre —insisto.
—Bueno, en cuanto a la política… Ni me gusta la política, ni me gustan los políticos. Y he conocido a unos cuantos. No me considero de derechas o de izquierdas, y tal como lo veo, las ideologías políticas no sirven para nada, porque el sistema en el que vivimos las corrompe profundamente. Tengo mis opiniones, por supuesto, acerca de la economía o de la sociedad, pero como he dicho, no me enmarco en ninguna corriente en concreto.
Y en cuanto a la religión, parte de mi familia es católica, y la otra parte es protestante, pero yo no profeso ninguna religión en concreto, aunque siento más simpatía por el protestantismo que por el catolicismo. A nivel personal, no sé si existe Dios, no creo que yo esté capacitado para decir si hay o si no hay algo más grande que nosotros, así que supongo que se me puede considerar como un agnóstico.
—¿Celebras la Navidad?
—Sí, pero no como un evento religioso. Me gustan los abetos y los regalos, como a todo el mundo.
—¿Haces obras de caridad?
—Como presidente de la Fundación Ícaro, se podría decir que sí, pero no me atrevería a decir que lo que hacemos en la Fundación sea caridad. Nosotros creemos que obtenemos nuestra riqueza gracias a una sociedad, y que hay que reinvertir parte de esa riqueza en la sociedad, pero no es una cuestión de caridad.
A nivel personal, yo sí que hago donaciones a ciertas organizaciones y programas benéficos, pero no es algo de lo que me guste presumir.
—¿En qué parte de Alemania naciste?
—En Baviera. En Múnich concretamente. Mi familia paterna es de allí.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—El 29 de enero.
—¿Y el de tu hermana Clara?
—El 17 de abril.
—¿Cuál es tu régimen de belleza?
—¿Que cuál es mi qué? —Se ríe—. No tengo ningún “régimen” de belleza. Me cuido un poco, como todo el mundo. Nada más.
—¿Cuál es tu filosofía de vida?
—Mmmmhh… —Se queda pensando un momento—. Creo que la vida hay que vivirla lo mejor que uno pueda con las circunstancias que tenga. Creo que hay que vivir pensando en lo que uno hace, y no en lo que hacen los demás. No me gusta la gente que moraliza, que le dice a los demás lo que deben o no deben hacer. No me gusta que se etiquete a las personas. Creo que cada individuo debe ser libre para hacer lo que quiera, y que el único límite a esa libertad deben ser los derechos y las libertades ajenas.
—¿Has sufrido alguna depresión?
—No. He tenido mis malas épocas, como todo el mundo, de hecho, ahora mismo no estoy en mi mejor momento. Pero no he tenido nunca una depresión.
—¿Cuál es tu palabra favorita en alemán y por qué? ¿Y en español?
—Pues en alemán me gusta la palabra Augenblick. Significa instante.
En español, me gusta como suena la palabra Itinerario.
—¿Cuál es tu frase favorita?
—Carpe diem quam minimum credula postero. Porque es verdad.
—¿Cuál es tu persona favorita en el mundo, a parte de tus familiares?
—Cierto chico —dice. Y se cierra en banda.
—¿A qué país que no conozcas te gustaría ir de vacaciones?
—A la India.
—¿Te gustaría que te acompañara ese chico?
—Claro que sí.
—¿Qué te hace sonreír?
—Mi hijo.
—Y ¿enojarte?
—Que me digan que no.
—¿Tienes alguna fobia?
—Odio las arañas.
—¿Podrías mencionarme tres cualidades que consideres que tengas?
—Tres cualidades —masculla. Se acaricia los labios mientras piensa—. Soy bueno en mi trabajo, eso ya lo he dicho. Se me dan bien los idiomas. Y la música. Ya van tres, ¿no?
—¿Y tres defectos?
—Soy muy cerrado, me cuesta mucho hablar de mí mismo, y hacer amigos. Soy muy… —duda antes de decidirse—. He sido muy egoísta en muchos momentos de mi vida; y tiendo a ser autoritario y paternalista con la gente que me importa. Por eso a veces me mandan a freír espárragos —Sonríe.
—¿Qué es lo que más te gusta de ti mismo?
—Que sé cambiar a tiempo.
—¿Cuándo consideras que te convertiste en adulto?
—Creí que me había convertido en un adulto la noche que perdí la virginidad. —Sonríe con nostalgia—. Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome muy mayor. Pero seguía siendo un crío.
—Si escribieras una autobiografía, ¿cómo se llamaría?
—Ya no tengo miedo.
—¿Qué haces para tranquilizarte cuando estas alterado o estresado?
—Salgo a caminar. O a nadar. O juego con mi hijo.
—¿Algo que no podrías dejar de hacer antes de morirte?
—Encontrar a alguien con quien compartir mi vida.
—Si fuera a morir mañana, ¿qué cosas harías antes de partir, a quienes perdonarías, de quienes buscarías perdón, que enmendarías?
—No lo sé, probablemente entraría en pánico y no sabría qué hacer. No tengo a nadie a quien perdonar, salvo a alguien que no merece ser perdonado. Le debo disculpas a ciertas personas de mi pasado, por no haber dicho la verdad sobre un hecho que les afectó profundamente. Si fuera a morir, creo que enmendar eso sería lo primero que haría.
—¿Qué defecto te inspira más indulgencia, y el que no perdonarías?
—Me gustan las personas vehementes, testarudas. Hay quien lo considera un defecto, pero para mí es un signo de carácter. En cambio, no consiento que una persona sea hipócrita. Tampoco me gustan las personas taimadas y traicioneras.
—Si te dieran a elegir un poder sobrenatural, ¿cuál escogerías?
—Poder volar.
—Si fueras mujer por un día, ¿qué harías?
—Mmmmh. Esto es muy políticamente incorrecto, pero me buscaría a alguien que me follara durante todo el día.
—¿Cómo te ves a ti mismo dentro de 10 años?
—No lo sé. Seguiré siendo padre. Probablemente seguiré trabajando donde estoy ahora. Solo espero que para ese entonces haya alguien especial en mi vida.
—¿Crees que para ese entonces podrías a llegar a ser tú mismo?
—Creo que ya estoy en el camino de conseguirlo.
—¿No has pensando en mudarte, viajar y cambiar de aires?
—He pensando en mudarme, sobre todo porque me gustaría que Íker tuviera más espacio para jugar, pero lo he ido postergando. Supongo que es porque es uno de los planes que Lorea y yo hicimos, y bueno… Tarde o temprano buscaré una casa en las afueras, quizás lejos de la ciudad, con un aire más limpio. Sí que he pensado en viajar, pero mientras Íker sea tan pequeño ni me lo planteo. Sólo tiene catorce meses.
—¿Qué esperas mejorar de ti mismo?
—Muchas cosas. Me gustaría poder ser más confiado, poder entregarme y darme a conocer con más facilidad.
—¿Hay algo de lo que te arrepientas?
—Sí, de muchas cosas.
—¿Te sientes culpable por algo en especial?
—Sí, pero no quiero entrar en eso, no me gusta autocompadecerme.
—Si pudieras enmendar un error, ¿cuál sería?
—Habría hecho muchas cosas en mi vida de otra manera de saber lo que sé ahora, pero no vale la pena pensar en eso.
—¿Qué parte de tu cuerpo te gusta más?
—Mis manos.
—¿Cuánto mides?
—1,73 m.
—¿Te gustaría ser más alto?
—Unos cuantos centímetros más no me vendrían mal, pero no me quejo. Cada cual es como es.
—¿Te consideras andrógino?
—Mmmh, no, no lo sé. Nunca lo había pensado así. Sé que no soy un machote de libro, pero de ahí a ser andrógino…
—¿Por qué no te gusta usar tus gafas?
—Bueno, ahora mismo ya no las necesito, porque me operé de la vista, pero es verdad que no me gustaba que me vieran con ellas. Supongo que ese es otro defecto que tengo, que no me gusta que los demás conozcan mis defectos.
—¿Con que animal te identificas y por qué?
—Con un zorro. —Y se encoge de hombros.
—¿Por qué empezaste a fumar? ¿Lo has dejado definitivamente?
—Pues empecé como empieza casi todo el mundo: era un crío, y pensaba que fumar me haría más hombre y todas esas tonterías. Ahora lo he dejado, porque soy asmático y fumar me venía fatal. Y mi hijo también tiene los pulmones delicados, así que no quiero ni tocar un cigarro de nuevo. Pero a veces me dan unas ganas…
—¿Por qué estás de acuerdo con el consumo de Marihuana pero no con el de cocaína? ¿Es por tu pasado? ¿Consumiste coca e hiciste una idiotez?
—No, yo nunca he consumido cocaína ni ninguna otra droga, salvo alguna calada a un porro. Supongo que considero que la marihuana es una droga blanda y que su consumo no es tan arriesgado, pero quizás eso no sea verdad. Pero la coca es una mierda.
—¿Algún placer culpable?
—Elton John. Es un hortera, pero no puedo evitar que me guste.
—¿Sabes manejar una moto y una lancha (o algún tipo de bote)?
—Sé remar, pero nunca he llevado una lancha con motor.
—¿Qué clase de películas te gustan?
—Las películas clásicas de cine negro, y gánsters y todo eso. James Cagney es uno de mis actores favoritos de todos los tiempos. También me gusta mucho el cine de ciencia ficción.
—¿Tu película favorita?
—No lo sé. Blade Runner, supongo. 2001: una odisea en el espacio. Ángeles con caras sucias, que tiene un final brutal.
—¿Alguna película romántica que te haga llorar?
—No lo sé, no soy muy amante de ese genero.
—¿Y una canción?
—¿Una canción que me haga llorar? Muchas. Si voy a la Ópera y no me emociono, es que los músicos lo han hecho muy mal.
—¿Cuál es tu color favorito?
—El azul.
—¿Tu comida favorita?
—La italiana. Me pirra la pasta, y los risottos. Ufff.
—¿Y de postre?
—Tiramisú —y sonríe—. Y me encanta cualquier cosa que tenga chocolate.
—¿Dulce o salado?
—Dulce.
—¿Frío o calor?
—Ni una cosa ni la otra. Me gustan las temperaturas templadas.
—¿Citycar, deportivo o SUV?
—Deportivo.
—¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
—Me gusta hacer algo de deporte, escuchar música, leer. Esas cosas.
—¿Qué deporte practicas?
—Natación.
—Hablemos de literatura, ¿quién es tu autor favorito?
—Pues si tuviera que elegir sólo uno, te diría que Asimov.
—¿Cuál es tu libro favorito?
—Me encanta la saga de Dune, y cualquier cosa de Asimov. También adoro un libro llamado Muerte de la luz, George de Martin. Es un sci-fi, pero es terriblemente romántico.
—¿Te consideras un friki, por eso de que te guste la ciencia ficción?
—No, no me considero un friki. Creo que para ser un friki hay que se más friki de lo que yo soy —Y se ríe.
—¿Te gusta leer novelas homoeróticas?
—Pues no, no suelo leer novelas eróticas en general. He leído alguna obra con cierto contenido homoerótico, como Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, pero nada muy específico.
—Te puedo recomendar una llamada «A través del sexo», es buenísima.
—¿Ah sí? De qué va.
—Mmmh —prefiero no contestar, “en qué bretes me meten mis lectoras”, pienso abochornada. —¿Has leído El vampiro Armand, de Anne Rice?
—No. He leído los dos o tres primeros libros de las Crónicas Vampíricas, pero no ese.
—¿Algún libro que recomiendes?
—Muchos. Hay que leer a los clásicos de la ciencia ficción. Es un genero muy denostado, pero Asimov, o K. Dick, o Ray Bradbury… lo que escriben no es sólo ficción, son casi tratados de filosofía y sociología.
—¿Alguna vez te han dicho que tienes cierto aire a un personaje de una saga de novelas de fantasía épica?
—Mmmmh, no, nunca me han dicho nada parecido.
—¿Conoces la saga de «Night Runner»?
—Ah, sí, sí que las conozco, leí los libros hace un montón de años y me gustaron mucho. No sabía de qué iban cuando los compré, y me sorprendió encontrar una fantasía con un romance gay tan respetuosamente tratado. Espera, ¿lo que me acabas de decir tiene algo que ver con algún personaje de estos libros? —No contesto y él continua—. Pues no sé si lo dices por el protagonista, pero Seregil es un personaje con el que me identifico mucho, tanto que mi yegua favorita se llama Scrub, como la suya.
—¿Qué opinión tienes de la pareja de Seregil y Alec?
—Pues como acabo de decir, me gustó mucho ver un romance gay tratado en un libro, cuyo eje central no es dicha relación. Aparte de eso, me gusta la trama romántica de la serie sobre todo por parte de Seregil, que me parece un personaje muy carismático. No me importaría encontrármelo un día y pasar unas horas a solas con él —bromea—, tiene pinta de ser un amante de lo más imaginativo.
—Bien, hablemos ahora de música, antes de que me dé tiempo de montar un crossovermental.
—Perdona, ¿un qué?
—¿Cuál es tu género musical favorito?
—Ah, la ópera, si hablamos de música clásica. Si no, el pop–rock británico.
—¿Cuál es tu canción favorita?
—No lo sé, muchas. Varias de Elton John, algunas de Muse, muchas de U2. Supongo que mi pieza favorita es el Aria de la ópera Turandot Tu che di gel sei cinta. Pero más por cuestiones sentimentales que musicales.
—¿Qué canciones te recuerdan a las personas de tu vida?
—Qué pregunta tan curiosa. Pues ya que hablamos de te diré que esa aria me gusta porque me recuerda a mi madre. Por otro lado, siempre que escucho la canción It’s my party, me acuerdo de mi hermana Clara. A mi amigo Hugo le relaciono con una canción de los Sex Pistols llamada Anarchy in the UK. La cantábamos a todas horas cuando estábamos en el internado. A mi hijo suelo cantarle una canción del nuevo álbum de Coldplay, que se llama Green Eyes, porque tiene unos ojazos verdes, y… —Frunce el ceño—. Hay una canción de Madonna, llamada Nothing Fails, que escucho mucho porque… porque me recuerda a alguien en quien no dejo de pensar últimamente, porque expresa bastante bien cómo me siento yo con respecto a él.
—Mmmhhh… —Como buena fan de Madonna que soy, me doy cuenta de la incongruencia, pero no sé cómo sacarla a relucir sin desvelarle a David que es un personaje de ficción, y no una persona de verdad—. ¿Te das cuenta de que eso es un anacronismo en tu historia, verdad? Estamos en diciembre del 2002 y esa canción no será lanzada hasta noviembre del 2003.
—Bueno —se encoge de hombros—, la vida no es perfecta.
—Bueno, sigamos: una canción sexy, una para bailar y otra para… —carraspeo incómoda—, para eso.
—Una canción sexy, pues no lo sé, Summer son, de Texas, por ejemplo. Una canción para bailar, It feels so good, y para el sexo… no sé, algo de jazz instrumental.
—¿Te gustaría aprender a hablar otro idioma?
—Algún día tendré que empezar con el chino mandarín.
—¿Perros o gatos?
—Gatos.
—Cuéntame el mejor recuerdo que conserves de tu niñez.
—Pues no sé cuál es el mejor recuerdo de mi niñez, pero en los mejores casi siempre está mi madre, y casi siempre estamos sentados al piano. También tengo muy buenos recuerdos de los veranos que pasé en las tierras de mi abuelo de niño, cuando él y Paco me enseñaron a montar.
—¿Cuál es tu mayor miedo? ¿Algo a lo que le tengas verdadera aversión?
—Ya he dicho que odio las arañas, pero si me preguntas por un miedo de verdad… Supongo que morir solo. Y hacerme viejo tampoco me hace ninguna gracia.
—¿Cuál es tu opinión sobre la discriminación a las personas homosexuales?
—Creo que es deplorable que a estas alturas se siga discriminando a la gente por con quien duerma. Creo que los asuntos de alcoba son algo demasiado íntimo como para que nadie —e incluyo a la política y a la religión— se meta. Igual que en otras facetas de la vida, creo que cada cual puede hacer con su vida sexual lo que quiera, siempre y cuando no vulnere las libertades sexuales de los demás.
—¿Saldrías al Sodoma con tu hermana Clara?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque me da cierto… pudor. Sé que es una tontería, pero…
—¿Te harías otro tatuaje?
—No lo sé. No lo he pensado. Creo que no.
—¿Qué significa el tatuaje de tu espalda?
—Es algo muy personal. Lo hice para conmemorar mi propia vida.
—¿Tiene algo que ver con las cicatrices que tienes en el torso?
—Sí.
—¿Cómo te las hiciste?
—Fue un accidente.
—¿Un accidente con una pistola? —presiono. Le oigo suspirar y continúo—. ¿Puedes contarme exactamente qué fue lo que pasó? ¿Quién disparó, a quién y por qué?
—Si tanta curiosidad tienes por ese suceso en concreto de mi vida —responde con sequedad—, puedes consultar la hemeroteca de la época. El caso fue ampliamente cubierto por los medios.
—¿De verdad fue un ladrón? ¿Sabes quién te disparó? ¿Podrías decirnos su identidad?
—Si lo supiera, esa persona habría tenido su castigo.
—Sé que este tema es muy personal y triste, pero ¿puedes hablarme del chico que estaba contigo en aquel momento?
—Prefiero no seguir hablando de este tema —dice con educación, pero noto que le he crispado los nervios.
—Está bien, háblame de tu relación con tu padre. Poco después de tu “accidente”, sufriste el “destierro” por parte de tu padre, que se produjo cuando este descubrió que eras gay, ¿cómo afrontaste esta situación?
—Fue duro encajar algo así, pero mi relación con mi padre nunca fue precisamente buena.
—¿Le odias?
—Digamos que no le tengo ningún afecto.
—¿Le temes?
—Ya no.
—¿Crees que tu padre lamentará algún día el trato que te ha dado?
—Ni lo sé, ni me importa.
—Si tu padre viniera pidiéndote perdón y queriendo entrar de nuevo en tu vida, ¿qué le dirías?
—Que se fuera a la mierda.
—¿Dejarías que tu padre conociera a tu hijo?
—No.
—¿En qué cosas te pareces a él?
—En pocas cosas. Tengo los ojos grises de los Van Kerckhoven, y supongo que mi carácter autoritario y rebelde es heredado de él. Poco más.
—¿Alguna vez le contarás a tus seres queridos lo que ocurrió realmente con tu padre?
—No entiendo esa pregunta. ¿Qué se supone que tengo que contarle y a quién?
—Si pudieses volver al pasado, ¿cambiarías la manera en la que tu padre descubrió que eras gay, aunque eso hubiera cambiado el resto de tu vida?
—No lo sé. Supongo que hace algunos años te habría dicho que sí. Ahora creo que es mejor dejar las cosas como están.
—¿Cómo te hubiera gustado que tu padre se enterara de tu sexualidad?
—No lo sé. Creo que hubiera preferido que no lo hubiese hecho, pero como digo, no se puede cambiar el pasado.
—¿Cómo hubieras querido que fuera tu relación con él?
—Una relación en la que mi padre me aceptara tal y como soy, y no una en la que yo siempre buscaba su aceptación, sin encontrarla. Cuando era niño, eso era muy frustrante para mí.
—¿Tu padre era afectivo contigo cuando eras un pequeño?
—No mucho. En todo caso, yo no lo recuerdo. No te voy a decir que no tuviera buenos momentos con él, pero no eran la tónica general.
—¿Cómo fue tu infancia? ¿Tenías niñera o era tu madre la que cuidaba de ti?
—Sí que tuve una niñera, pero sólo para determinadas ocasiones. En general, era mi madre quien cuidaba de mí.
—¿Tuviste un mejor amigo de la infancia?
—No hasta que conocí a Hugo y Jaime. Como he dicho, me cuesta mucho hacer amigos, y yo, al parecer, fui un niño muy serio.
—¿Cómo está Hugo?
—Muy bien, gracias.
—¿Qué sientes por él?
—Mucho cariño. Hemos vivido muchas cosas juntos y es una de las personas en la que más confío.
—¿Tienes alguna fotografía de cuando eras pequeño? ¿Cómo eras?
—Flacucho, asmático.
—¿Te vestían con zapatos lustrosos y trajes de marinerito?
—No, con trajes de marinerito no —se ríe—. Pero sí que recuerdo eso de los zapatos lustrosos.
—¿Cómo es tu relación son tu madre?
—No tan estrecha como a mí me gustaría.
—¿Hablas con ella?
—Sí. A veces.
—¿Te comunicas más con ella ahora que tienes a Íker?
—Sí, claro que sí. Desde que Íker nació, ella ha viajado varias veces a España para verlo.
—¿Has pensado en hablar con tu madre sobre todo lo que te ha pasado, especialmente tu bi/homosexualidad?
—Sí que lo he pensado, pero creo que aún no ha llegado el momento.
—¿Extrañas mucho a tu familia o te has acostumbrado a no vivir con ellos?
—Un poco de las dos cosas.
—¿Qué sentiste al reencontrarte con Clara después de tanto tiempo?
—Resentimiento conmigo mismo, por no haber estado allí para verla convertirse en esa mujer preciosa que es.
—¿Qué idioma hablas con ella cuando estáis a solas?
—Castellano, igual que con mi madre. Sé que nací y me crié en Alemania, pero considero el castellano como mi lengua materna porque fue el primero que aprendí a hablar. Una de las cosas que más enfadaban a mi padre cuando yo era pequeño, era que yo entendía cuando me hablaban en alemán, pero siempre respondía en castellano.
—¿Qué piensas de las relaciones de pareja de tu hermana?
—Que ella es mayorcita para hacer lo que quiera, y que yo no tengo derecho a meterme en esos asuntos.
—¿Aconsejas a Clara en el ámbito amoroso y sexual?
—No, como he dicho, prefiero no meterme en sus asuntos.
—Dada la amistad que tu hermana tiene con cierto chico con el que has estado relacionado, ¿cómo te sentiste luego de confesárselo todo?
—Extrañamente aliviado.
—Si ella no se hubiese enterado casualmente, ¿cuándo se lo habrías contado?
—No lo sé. Creo que mi intención era decírselo si Noah y yo arreglábamos las cosas, porque no me planteaba tener una relación en serio con él y seguir ocultándoselo a Clara. Por eso le dije que me gustaban los hombres, para ir allanando el camino. Pero al final las cosas no fueron como yo pensé que serían.
—¿Consideras que trabajar en la empresa familiar te liga a tu familia? ¿Alguna vez te has planteado dejar de trabajar aquí y conseguir otro trabajo, empezando así una nueva vida, independiente emocionalmente?
—Eso lo pensaba mucho al principio, cuando era más joven y me sentía obligado a estar aquí. Con el paso del tiempo, he aprendido que este es también mi legado, y mi herencia, y que tengo tanto derecho a trabajar por él como cualquier otro miembro de mi familia, incluido mi padre. Así que ahora no me lo planteo.
—¿Cómo fue el funeral de tu abuelo, qué pasó cuando volviste a Alemania?
—Pues como te podrás suponer, la situación fue tensa, después de haber estado diez años sin ver a mi familia. No pasó nada remarcable, creo, salvo la lectura del testamento, y el hecho de que la presidencia de la fundación Ícaro recayera en mí por deseo de mi abuelo. Él sabía que mi padre pretendía desmantelar la fundación y la puso en mi poder para evitarlo. Mi padre se enfadó muchísimo, pero eso sólo le añadió más placer.
También fue entonces cuando mi hermana me planteó por primera vez la posibilidad de estudiar en España. A mí me pareció una oportunidad perfecta para estar juntos de nuevo, y le dije que si se decidía, podía quedarse conmigo. Eso también enfadó a mi padre, lo que de nuevo, lo hizo aún más agradable. —Esboza una enorme sonrisa.
—¿Sigues, al menos en cierto sentido, intentando convertirte en el hijo que tu padre quería que fueras?
—Hace mucho tiempo que no.
—¿No fue esa la razón de que te casaras: vivir como un heterosexual y satisfacer a tu padre?
—Ya te he dicho que no. De hecho, lo único que me molestó de casarme con Lorea fue que mi padre pensara que lo hacía, precisamente, para satisfacerle a él. Creo que él nunca creyó que yo estuviera enamorado, y que fuera feliz, creo que él pensó que me casaba para disimular, y que tenía un hijo para darle a él un heredero. Eso no es cierto.
—Sin embargo, según tus últimos argumentos, nos ha quedado claro que en el fondo nunca estuviste seguro al cien por cien de tus sentimientos por Lorea. ¿No es eso contradictorio con lo que acabas de decir?
—En absoluto. Y no es que yo no estuviera seguro al cien por cien de mis sentimientos por ella.
—Pero dices que nunca llegaste a quererla del mismo modo en que un día quisiste a Noah… —dejo caer. No contesta y continúo—. ¿Te casaste con ella solo porque estaba embarazada?
—No, por supuesto que no. A ver, voy a explicar esto de una vez y para siempre. ¿Que si me hubiera casado con cualquier chica a la que hubiera dejado embarazada? Pues no, claro que no. No era una cuestión de apariencia, de “hacer lo correcto” y todo eso. Me casé con Lorea porque estaba enamorado de ella, y porque ella se quedó embarazada, ¿tan difícil es de entender? Cuando me enteré de que iba a ser padre me asusté, muchísimo, pero también… No lo sé, supongo que me emocioné, y que me dejé llevar por el entusiasmo del momento. Le pedí que se casara conmigo, y le dije que la quería, y ella me dijo que sí. Sé que llevábamos muy poco tiempo juntos, y que fue una locura, pero lo hicimos por amor. ¿Qué tiene eso de malo?
—¿No se te ocurrió la idea de ser padre soltero?
—La verdad es que no. Nunca he querido ser padre, nunca lo quise hasta el instante en que supe que iba a serlo, y en aquel momento, pensé que si tenía la oportunidad de formar una familia con una chica maravillosa —se encoge de hombros—, que por qué no hacerlo bien.
—Al casarte con Lorea, ¿querías era escapar de los fuertes sentimientos que Noah despertaba en ti?
—Quizás al principio sí. Mi relación con Lorea empezó de una manera muy casual. Nos conocimos, nos gustamos y nos liamos esa misma noche. Y ya está. Yo estaba abrumado y confuso, y ella acababa de romper con su novio de toda la vida, y probablemente estaba tan confusa como yo. Los dos sabíamos que aquel polvo, aquella noche, era para olvidar, y para consolarnos mutuamente, pero… A la mañana siguiente, cuando nos despertamos juntos, no lo sé… Empezamos a hablar, y de una manera o de otra empezamos a gustarnos. Luego decidimos seguir viéndonos, y comenzamos a enamorarnos, y ella se quedó embarazada y nos casamos y… Todo fue tan rápido que no nos dio tiempo a plantearnos qué estábamos haciendo. Pero la verdad es que fui feliz con ella.
—¿Crees que si Noah hubiera asistido a tu fiesta de cumpleaños aquella noche, tu historia con Lorea habría llegado tan lejos? ¿Habrías sido capaz de liarte con ella delante de él?
—No, claro que no. Ni con ella ni con nadie. Yo nunca… No soy capaz de… Digamos que si está Noah presente, siempre le prefiero a él, así que si él hubiera estado allí esa noche, probablemente no me habría fijado en nadie más.
—¿Si no hubieras conocido a Lorea, habrías vuelto a los brazos de Noah, después de lo ocurrido en el campo?
—Puede que sí. No lo sé. Quizás sí. Al fin y al cabo, volví a él tras quedarme viudo.
—¿Crees que si Lorea siguiese con vida tus sentimientos por Noah habrían seguido enterrados en un cajón para no volver a abrirlos?
—No lo sé. Me gusta pensar que sí, pero es probable que no.
—¿Cuándo tenías relaciones sexuales con Lorea, se te cruzó alguna vez Noah por la cabeza?
—No —parece ofendido—, por supuesto que no.
—¿Te protegiste cuando tuviste relaciones sexuales con Lorea?
—Es obvio que no, por eso se quedó embarazada.
—¿Lorea es la única mujer en tu vida que te ha flechado?
—He tenido relaciones con varias mujeres, algunas más serias que otras, pero Lorea es la única de la que me he enamorado.
—¿Qué te enamoró de Lorea?
—No lo sé, muchas cosas.
—¿En lo que duró vuestra relación, llevaste a Lorea a tu lugar secreto?
—¿Te refieres a mi casa en el campo? Claro que sí.
—¿En qué pensabas al invitarla? Es decir, ¿la invitaste porque querías compartir con ella, la persona que querías, aquel lugar que es parte de tu vida, o sentías que era tu deber con ella tenerla al tanto de algo importante para ti?
—Pues por ambas razones. Nos íbamos a casar, y me pareció correcto que ella conociera mis propiedades. Además, a ella le gustaban los caballos casi tanto como a mí, y quería… Le prometí que después de dar la luz le regalaría un caballo. Y nunca pude hacerlo.
—¿Sentías en aquel momento con ella una mayor conexión o entendimiento, de lo que has podido sentir con Noah, por ejemplo? Es decir, ¿sentías que ella podía darte un amor incondicional que necesitabas o querías en aquel momento, sin tantas complicaciones como conllevaba fomentar una relación con Noah?
—No lo sé. Lorea y yo nos llevábamos muy bien, y con ella… fue una persona con la que yo pude sincerarme por primera vez en muchos aspectos. Por otro lado, es evidente que para mí era menos complicado mantener una relación así con una mujer, pero insisto en que no me casé con ella por eso.
—¿Qué te dijo ella cuando le contaste que te gustaban los hombres? ¿Y de tu relación con Noah?
—Al principio, a ella le preocupó la posibilidad de que yo estuviera con ella para ocultar mi homosexualidad, pero le hice entender que no era así, y que la quería. Una vez ella lo entendió, no tuvimos más problemas a ese respecto.
Con respecto a mi relación con Noah… no le conté mucho, sólo algunas cosas para que supiera porqué yo me sentía confuso, y obligado a separarme de alguien a quien quería. Ella también me habló de su relación anterior. Creo que todas las parejas lo hacen.
—¿Te arrepentiste de lo que hiciste en tu despedida de soltero?
—No lo sé. Tuve la necesidad de hablar con Noah, de explicarme y de despedirme de él, pero siempre he pensado que fui un insensato al hacer eso.
—¿Se lo contaste a Lorea?
—Le dije que había estado con alguien. Ella no preguntó más.
—¿Cuándo te acostaste con Noah esa noche, dudaste en algún momento sobre la decisión de casarte con Lorea, o del amor que sentías por ella?
—No, pero fui consciente del efecto que Noah seguía teniendo sobre mí. Creí, como he creído otras veces, que podría manejar la situación y no pude, por eso creo que fui muy insensato esa noche.
—¿Qué pensó Hugo cuando saliste y te casaste con Lorea?
—Al principio no le hizo mucha gracia, pero luego, al ver que íbamos en serio, cambió de opinión.
—¿Cómo te sientes después de perder a la madre de tu hijo?
—Pues al principio estaba en shock. Luego me sentía devastado. Ahora creo que lo he superado, pero sigo odiando la idea de que mi hijo no conozca nunca a su madre.
—¿Le hablarás a tu hijo de tu relación con su madre?
—Claro que sí.
—Sin ánimo de ofender, ¿cuando estás triste le has hablado a Lorea buscando animo?
—¿Después de fallecida, quieres decir? No, nunca.
—¿Cómo crees que educarás a tu hijo?
—Lo mejor que pueda. No sé si eso será suficiente.
—¿Cómo te cambió tu vida cuándo fuiste padre?
—En todos los aspectos. Es difícil de describir, pero te cambian las prioridades completamente, supongo que en especial si, como en mi caso, te conviertes en el padre de un niño que necesita más cuidados y atención que cualquier otro. Te haces más entregado, más cariñoso y mucho menos egoísta, porque de repente tus necesidades pasan a segundo, o a tercer plano. Y te hace madurar muchísimo.
—¿Cómo te ha sentado la vida de padre?
—Sorprendentemente bien. Me siento feliz, de una manera que nunca pensé que sería posible.
—¿Desearías no serlo?
—Ahora mismo, que sé lo que es la paternidad, no soportaría la idea de vivir sin mi hijo.
—¿Tenías algún proyecto de vida, o algún sueño que hubieras querido concretar antes de que llegará Íker a tu vida? ¿Aún lo tienes?
—Nada en concreto. Me gustaría seguir viajando, pero eso podré hacerlo en cuanto Íker se haga algo más mayor. He tenido una juventud larga y plena, y me he divertido mucho, así que un poco de responsabilidad y madurez no me vienen mal.
—¿Crees que Íker será un buen muchacho cuando crezca?
—Eso espero.
—¿Volverás a casarte?
—Supongo que sí, si vuelvo a enamorarme.
—¿Cuáles son las cualidades que buscas en una pareja? Supongo que habrán cambiado después de tener un hijo.
—Pues no, no han cambiado. Lo que quería antes es lo mismo que quiero ahora, salvo que quizás, ahora soy lo suficientemente maduro para afrontarlo, y me siento preparado para comprometerme.
—Si es con alguien de tu mismo sexo, ¿crees que esto supondría un problema para Íker?
—No lo sé. ¿A qué te refieres?
—Me refiero a si crees que podría traerle problemas a tu hijo, en el colegio por ejemplo, si sufriera acoso por tener un padre gay.
—Pues no lo sé, pero yo no lo toleraría. Si no tolero que se me juzgue a mí por mi vida sexual, que considero completamente privada y fuera del ámbito de opinión de los demás, ¿crees que yo dejaría que juzgaran a mi hijo por eso? Creo que hay que normalizar estas cosas. En todo caso, no dejaría que eso influenciara en mi decisión si quiero iniciar una nueva relación.
—¿Te gustaría tener más hijos?
—No lo sé, nunca lo he pensado.
—¿Crees que a Íker le afectaría de manera negativa crecer y convertirse en un adolescente si tuviera dos padres?
—No veo en qué iba a afectarle, negativa o positivamente. Yo no creo que un niño necesite un padre y una madre, o que importe si tiene una madre, o dos madres, o dos padres, o una abuela, que lo que importa en realidad es que ese niño viva feliz, que se sienta querido, respetado y valorado por cómo realmente es. Yo tuve una familia de lo más tradicional, y no por ello tuve una infancia feliz.
—¿No te preocupa hablarle a tu hijo sobre la homosexualidad?
—A ver, mi hijo tiene sólo catorce meses, ¿qué sabe él lo que es el sexo, o la heterosexualidad o la homosexualidad? Si yo ahora mismo tuviera una relación de nuevo, aun cuando fuera con alguien de mi mismo sexo, mi hijo es demasiado pequeño para saber si eso está bien o mal, o si está aceptado o no por la sociedad. Lo vería como algo normal, porque lo vería cada día en su casa. Creo que si no convertimos esas cuestiones en un tabú para nuestros hijos, ellos no lo verán como un tabú cuando sean mayores.
—¿Cómo te sentirías, como padre, si Íker, a sus diecisiete años, viviera un romance, como el que Noah tuvo contigo a esa edad?
—No me gustaría en absoluto, debo confesarlo.
—Si Noah hubiera vuelto contigo, ¿crees que podríais llegar a formar una familia con Íker?
—No veo porqué no.
—¿Te gustaría criar a Íker en otro país?
—No. Si por mi fuera, me quedaría aquí en España.
—¿Qué sucedería si Íker fuera homosexual o transexual?
—No sucedería nada. No tengo expectativas al respecto. Sé que aceptaré a mi hijo, da igual cómo sea o qué decida.
—Si tu hijo se pintara el cabello de colores y le gustara la ropa «rara», ¿qué harías?
—De nuevo, me da igual. Todo tiene sus límites, por supuesto, y no dejaría, o no me gustaría, que mi hijo hiciera cosas peligrosas, o que tuviera actitudes que pudieran ser malas para él. Pero no voy a imponerle un modelo de conducta o de sexualidad, ni espero que mi hijo sea tal o cual cosa. Sólo quiero que crezca feliz, que se convierta en un hombre sano y que pueda hacer lo que sea que quiera hacer con su vida.
—¿Te gustaría que se dedicara al Arte o a la Música?
—Me gustaría que se dedicara lo que él quisiera, no a lo que quiero yo.
—¿Desearías que Íker estudiara en un internado?
—Rotundamente, no.
—¿Cuándo nació Íker?
—El quince de octubre del 2001.
—¿Por qué le pusiste ese nombre?
—Porque era el que Lorea quería ponerle.
—¿Qué otro nombre le hubieras puesto?
—No lo sé. Tenía otros nombres en mente, pero ya ni los recuerdo.
—¿Has pensado en que País estudiará Íker?
—En principio en España. Cuando sea mayor, si quiere estudiar en otro país, pues ya veremos.
—Bien, cambiemos de tema. Para ti, ¿cuál es la diferencia entre querer y amar?
—Supongo que pueden usarse como sinónimos, pero para mí son conceptos distintos, y sin embargo, creo que no puedo definir exactamente porqué. Para mí, amar es un sentimiento más intenso, como lo que siento por mi hijo, o por mi hermana, o lo que he sentido por personas de las que me he enamorado mucho. A otras, simplemente las he querido. Con el paso del tiempo, uno aprende a ver la diferencia, aunque creo que aún no soy lo suficientemente mayor como para poder decir en qué consiste esa diferencia.
—¿Cuántas veces te has enamorado?
—Cuatro veces, creo.
—¿Quién ha sido esa persona inolvidable en tu vida?
—Ha habido muchas personas inolvidables en mi vida, y no todas desde un punto de vista positivo. Si me preguntas que a qué personas recuerdo con más cariño, te diré que a Lorea, posiblemente, porque, entre otras cosas, fue la madre de mi hijo, pero creo que no es eso lo que me estás preguntando.
—¿De quién te has enamorado más intensamente?
—Eso es difícil de decir. Cuando estuve con Ricardo me sentía muy atado a él, y supongo que fue una relación muy intensa, pero estuvo tan viciada desde el principio que me niego a considerarle como un gran amor, aunque en el fondo, sé que lo fue.
Supongo que lo que más pesa al final es ese vínculo que se forma con una persona, a veces cuando menos te lo esperas, y la certeza de que hagas lo que hagas, ese vínculo seguirá ahí. —Se queda un momento callado, en actitud pensativa—. El amor es una cosa muy extraña: a veces creer que vas a enamorarte muchísimo, y al final no lo haces tanto. Otras veces crees que sólo sientes atracción y que estas encaprichado de alguien, para luego descubrir que estás enamorado hasta las trancas. Así es como me siento ahora mismo.
—¿Te consideras un hombre romántico?
—Sí, sí que soy romántico. Puede que esto pueda extrañar a muchas personas que no me conocen muy bien, pero sí que lo soy cuando me enamoro de verdad.
—¿Qué sientes cuando te rompen el corazón?
—Supongo que lo mismo que todo el mundo.
—¿Temes al amor, a lo que implica comprometerse y al final salir lastimado?
—En parte sí, pero no es tanto el temor a salir lastimado, sino el temor a sentirme atado, atrapado en una relación tóxica, como ya lo estuve una vez. Pero creo que ese miedo ya ha sido superado.
—¿Cómo te sientes al saber que has lastimado a la persona que quieres?
—Supongo que eso me lo dices por alguien en concreto, ¿no? —Sonríe con melancolía—. Como he dicho, he cometido muchos errores, y he sido muy egoísta en el pasado. Creía estar haciendo lo correcto por la persona que quería, pero él me ha hecho ver que fui un egoísta con él, que he decidido por él, que he sido autoritario en mis actos y condescendiente con sus sentimientos. Y con los míos. Espero no volver a cometer esos errores nunca más.