Entrevista a Pablo:
Quedé con Pablo en la pequeña terraza de la plaza de la Constitución que monta cada verano una cafetería cercana, y él llega sorprendentemente puntual. El foulard que lleva al cuello, y en el que puedo distinguir al menos diez colores diferentes, vuela tras él mientras camina a grandes trancos con soltura y garbo, ajeno a las miradas que su vestimenta estrafalaria y sus maneras femeninas levantan a su paso. Al acercarse a mí, me percato de que es más alto de lo que pensaba, y también, de que los sueltos pantalones de lino que viste se arremolinan en torno a sus esbeltas caderas, realzando la envidiable figura que posee. Y el culo de infarto que tiene.
Se presenta con soltura, y desprende una desenfada confianza en sí mismo, pero en el fondo de su preciosa sonrisa, dominada por una más que evidente diastema, se puede leer algo de desasosiego. Sin embargo, no siento el más leve remordimiento al presentarme enarbolando la mentira que ha conseguido traerle hasta aquí.
—Hola Pablo, mi nombre es Nayra. Me alegra que hayas aceptado a someterte a esta entrevista por parte de la revista SoySúperGay.
—¿Cómo no iba a aceptar? Lo único que me molesta, es que no conozco esa revista.
—¡Ejem! —“Claro que no”, pienso, “porque no existe”—. Es que vamos a lanzar el primer número —miento descaradamente de nuevo—. Mis lectores quieren saber cosas sobre ti.
—¿Tus lectores? ¿Pero no dices que este será el primer núme…?
—¿Te parece si empezamos con la entrevista? —le interrumpo. Él asiente. Uffff, por qué poco—. ¿Qué buscas en un chico? ¿Qué clase de chico te gusta?
—Eso depende de para qué quiera a ese chico —responde con picardía.
—¿Un chico para un polvo rápido?
—Me gustan guapos —aclara—, como a todo el mundo. Preferentemente morenos y masculinos, más altos que yo. Y que tengan buen culo. Tampoco le hago ascos a los rubios de cara bonita. Pero esos también tienen que tener un buen culo.
—¿Y para algo más serio?
—Tiene que ser bueno —dice sin más, y su mirada se vela perceptiblemente, por lo que no insisto.
—¿Qué es lo más atrevido que has hecho (y que te han hecho)? Sexualmente hablando, claro.
—Uffff —ríe—. Y yo qué sé. No suelo presumir de mis conquistas.
—Un ejemplo —insisto.
—Pues no sé… —Eleva la mirada al cielo y parece pensar—. Anoche estuve con cinco tíos. Al mismo tiempo —se encoge de hombros—. Tampoco es que yo haga nada fuera de lo normal.
—Sí, claro, cinco tíos, lo normal que hace todo el mundo… ¿Qué es lo más bizarro o curioso que te ha pasado en el cuarto oscuro del Sodoma?
—Oh, bueno. Lo peor que me ha pasado, fue una vez que un tío que se puso un poco chungo conmigo en uno de los cubículos porque quería que yo me dejara mear encima. Puaj. —Saca la lengua asqueado—. No tengo nada en contra de quienes hacen eso, pero ¡Puaj! —repite con énfasis—. Otra cosa curiosa que me pasó una vez fue que me tiré a un tío que tenía tres pezones. Y a otro que sólo tenía un testículo. El pobre. Otra vez un tío quiso pagarme al terminar. Me dijo que yo era tan bueno en el sexo, que seguro que era un profesional —ríe, teniendo la decencia de parecer algo avergonzado—. No supe si sentirme halagado o insultado.
—Cambiemos de tema, antes de que me dé una epistaxis.
—¿Una qué?
—¿Qué edad tienes?
—Ah. 23.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—El 16 de agosto. Soy Leo.
—¿Cuál es tu plato favorito?
—La lasaña.
—¿Qué tipo de películas te gusta?
—¡Uy! No sé… las de terror, dependiendo de la compañía. Los musicales… dependiendo del musical —ríe.
—¿Película favorita?
—West Side Story.
—¿Bebida favorita?
—¿Con o sin alcohol?
—Como quieras.
—Pues un vodka con limón. Y la cerveza.
—¿Té o café?
—Té. Helado.
—¿Algún accidente o caída humillante/divertido?
—Una vez me acosté con una chica. ¿Qué? —pregunta al ver mi expresión de desconcierto—. Te juro que eso fue un accidente.
—Al tocar el culo de Dani, ¿te decepcionó o superó tus expectativas?
—¿Dani? ¿El del Juventud? —pregunta—. No le he tocado el culo… al menos, no estando despierto —ríe—. Pero algún día lo haré, le voy a pellizcar una nalga, vas a ver. Ni autógrafos ni nada, cuando me encuentre con ese tío, y un día me lo encontraré te lo aseguro, lo que haré será magrearle el culo.
—¿Cómo y por qué empezaste a fumar maría? ¿Piensas dejarlo alguna vez?
—Vaya con la preguntita. Pues digamos que la maría me la ofreció mi primer… ya sabes, cuando yo era un pipiolo. Desde entonces no lo he dejado, pero porque tampoco he querido. No le veo nada malo a echarse un porro de vez en cuando, siempre y cuando uno sepa controlar.
—¿Tienes algún complejo?
—¿Con respecto a mi cuerpo, quieres decir? Pues no sé… creo que no me gusta tener las paletas tan separadas, pero no es que eso me produzca un complejo.
—¿Cuál es tu grupo favorito?
—Mmmh, pues no sé. Me gusta mucho el dance, así que Sonique y Sophie Ellix Bextor, que me parece una gran vocalista y compositora. Acabo de comprar el primer álbum de un Dj que se llama David Guetta, y me gusta mucho. Fuera de ese género, me gusta The Cranberries, y me he aficionado a Placebo y a Madonna gracias a mi amigo Noah.
—¿Canción ideal para bailar?
—Shut up (and dance with me).
—¿Canción ideal para un momento romántico?
—No sé como se llama. Esa de la peli en la que Patrick Swayze es un fantasma.
—¿Y para un momento más bien no romántico ? Vamos, polvo-song perfecta, je, je.
—Si tuviera que elegir una sería “Erotica”. Pero la verdad es que prefiero no poner música durante el sexo. Me gusta más escuchar los sonidos… Ya sabes, los sonidos del sexo en sí.
—¿Qué canción escuchas cuando piensas en tus antiguos amores?
—Depende de qué amores. La canción “Empty” de los Cranberries me recuerda mucho a la primera persona de la que me enamoré. Esa fue una… relación un tanto disfuncional y esa canción tan triste me la recuerda. Cuando pienso en la última persona de la que me enamoré en cambio yo… No sé, pienso en canciones clásicas, románticas y bobas como la que canta Olivia en “Grease”, o la canción esa de los besos de Cher. Ya sabes qué tipo de canciones digo.
—¿Cuál es tu color favorito?
—El turquesa.
—¿Siempre te gustó al arte y la pintura o hubo algo que te incitara a ello?
—Pues no lo sé… Sé que desde pequeño me gustaba dibujar, y supongo que siempre he tenido cierto tipo de sensibilidad. No fue hasta los trece o los catorce años que empecé a dibujar en serio, y alguien que fue muy importante para mí en esa época de mi vida me alentó para que lo siguiera haciendo.
—¿De verdad crees que tus cuadros no cuentan historias?
—Bueno… ¿cómo sabes que yo suelo decir eso? Lo que yo creo es que no importa lo que yo quiera plasmar, que en realidad lo importante es la interpretación del espectador, y que cada espectador tiene la suya propia.
—¿Surrealismo o arte Naif?
—Pues si tengo que elegir, soy más de arte Naif. Me encantan esos cuadros tan coloridos y fantasiosos. Por otro lado, el surrealismo me parece hipnótico, y hay cuadros que no puedo dejar de mirar. ¡Vaya, ahora te diría que soy más de surrealismo!
—¿Cuál es tu pintura favorita?
—¿Sólo una? Imposible, te diría miles. Me gusta mucho el arte renacentista y la pintura flamenca; “El jardín de las delicias” con todos sus simbolismos. Cada vez que lo miro, descubro algo nuevo; los retratos de esa época con toda esa profundidad psicológica, como El “retrato de un hombre joven” de Botticelli. O el del hombre del turbante, de Jean Van Eyck. O algunos de Rogier Van Der Weyden. También me gustan algunos pintores modernos, como Bill Stoneham, y su cuadro “The hands resist him” que me parece mágico. Algunos incluso dicen que está encantado, y no me extrañaría, porque da un poco de yuyu. Otros pintores que me gustan mucho son Botero y Millones. Y Néstor de la Torre. Como ilustradores, me encanta la obra y la figura de Quaintance, y le admiro, a él y a Tom of Finland, por todo lo que han influido en la cultura gay. Creo que la máxima aspiración de un artista no es sólo expresar la cultura en la que viven, sino influir en ella y dotarla de iconografía.
—¿Cuál es la meta que más deseas cumplir en tu vida?
—Mmmhh, no sé. Poder vivir del arte. Ser feliz con lo que hago, y… encontrar a alguien especial, eso seguro.
—¿Has pensado en vender tus pinturas?
—Sí, claro, como ya he dicho, me encantaría poder vivir del arte. Aunque siempre he pensado en mí mismo como pintor, últimamente estoy interesándome más en la ilustración, sobre todo la de contenido homoerótico.
—¿Le venderías una obra a David?
—Oh, ahora mismo estoy terminando un cuadro que creo que le interesaría mucho. —Pone cara de sádico.
—¿Qué es lo que te hace feliz?
—Vaya, esa pregunta parece sacada de una anuncio de compresas —ríe—. Pues no sé, muchas cosas. El sexo, por ejemplo. Los besos con lengua, eso me pone muy feliz. Un día soleado. Mmmhhh, ¿qué más?… Ver felices a las personas que quiero, no sé. Lo típico, supongo.
—¿Te parece bien si entramos en un terreno más personal?
—Bueno —dice con cautela.
—Lo tomaré como un sí —respondo rápidamente. Y antes de que se pueda arrepentir pregunto—: Me han dicho que tienes un amigo muy especial, alguien a quien tú mismo has nombrado en esta entrevista. ¿Qué es lo que sientes en realidad por él?
—Espera, ¿quién te ha dicho…?
—Mis fuentes son secretas, pero muy fiables.
—¿Te refieres a Noah? —pregunta. Asiento efusivamente—. Pues… ¿que qué siento por él? Pues le quiero mucho, es mi mejor amigo. Un tonto guapo y encantador que se mete en más líos de los que sabe solucionar.
—¿Qué pensaste de Noah cuando lo conociste por primera vez, y luego cuando lo conociste más a fondo?
—¿Te ha pedido él que me hagas estas preguntas? —pregunta suspicaz. Miro al cielo, haciéndome la loca—. Pues cuando le vi por primera vez, pensé que era un tío bueno en toda regla: rubio, con los ojos enormes y cara de inocentón. Y con muy buen culo. Pensé que me lo ligaría en un cuarto de hora. Luego me di cuenta de que en el fondo… en el fondo es más listo de lo que parece. Y también que es una persona sorprendentemente —si me oye decir esto de él, me mata, pero es cierto—, frágil. Así que de una manera o de otra… No sé, es un tío que se hace querer, tonto e inseguro e infantil como es él, porque tiene algo que le hace adorable.
—¿Tienes sentimientos románticos por él?
—¿Que si estoy enamorado de él? —pregunta incrédulo. Luego se ríe—. A ver, a ver… es verdad que Noah y yo hemos tenido nuestros… momentos. Y también es cierto que entre los dos hay, no sé, hay algo. Pero no, no es amor. Aunque hubo un tiempo en el que creo que él pensó que sí lo era.
—Y si existe esa atracción, ¿por que no te lo follas?
—¿Y quién dice que no hemos follado? —pregunta con altanería. Le echo una miradita y él asiente—. Ya, ya, tus fuentes. Pues mira, la verdad es que mi relación con Noah empezó con algo de sexo, pero nunca llegamos a… terminar lo que empezamos. Desde entonces yo he tenido el deseo —no, no el deseo, la curiosidad más bien— de continuar, y estoy seguro de que él también, pero si no lo he hecho ha sido porque nuestra amistad es más valiosa para mí que eso. A ver si me explico… Yo me lo podría follar hoy, y seguir siendo tan amigos mañana, para mí eso no tiene importancia, pero Noah tiene la irritante manía de enamorarse de cualquier tío con el que se acuesta más de una vez, no me preguntes por qué. Total, que yo creo que si me tirara a Noah, él se enamoraría de mí, y yo sería un novio pésimo y al final terminaríamos como el Rosario de la Aurora. No, mejor me quedo con las ganas.
—¿No crees que Noah sería feliz a tu lado?
—¡Noooo! —ríe—. Qué va. Puede que Noah parezca muy desinhibido con sus novios, y sus líos en el cuarto oscuro, pero en el fondo es de esos chicos mimosos que cree en el amor eterno, y en la monogamia y en el sexo por amor y todo eso. Yo creo que no podría tener una relación así con nadie. Precisamente, ese es mi problema. Pero no sólo con Noah…
—¿No deberías mediar para que David y Noah fueran felices juntos?
—Definitivamente, no. En primer lugar, no creo que ese estirado tenga lo que hay que tener para merecer a un chico como Noah. En segundo lugar, porque aunque lo tuviera, no creo que yo tenga el derecho de mediar entre nadie. Ellos ya son mayorcitos.
—Pero mediaste en su separación —le pico—. ¿No te sientes culpable por eso?
—Sólo hice lo que Noah me pidió que hiciera.
—¿Qué fue lo que le dijiste a David aquel día para que se fuera?
—¿Que qué le dije? Nada más que las cuatro verdades que el gilipollas ese necesitaba oír. Luego de que el tío Pablo le pusiera las cartas sobre la mesa, fue su decisión irse. Si él no tiene los huevos para luchar por lo que quiere, ¿la culpa la tengo yo?
—¿Por qué razón te cae tan mal David (aparte de lo obvio)?
—Porque es gilipollas. Siguiente pregunta.
—¿Tu visión de David sigue siendo la misma o crees que después de todo se merece una oportunidad?
—Creo que él desaprovechó la oportunidad que yo le di aquel día, así que no, sigo pensando que es un gilipollas.
—¿Crees que Noah perdonará a David?
—¿Quién sabe? Con lo tontito que es… Aunque yo creo que no. Ahora mismo Noah está centrado en otras cosas, y David… yo creo que David se ha dado cuenta de que no debe volver a molestarle.
—¿No será que David te cae mal porque sois parecidos? ¿Hasta que punto te sientes identificado con él?
—A ver… —Lo piensa durante unos instantes—, yo tengo mis fallos, ¿vale? No soy perfecto, y a veces he cometido errores y he dañado a las personas a las que quiero, pero… Pero lo de ese tío no tiene nombre. No es más que un capullo que se aprovecha de que Noah está enamorado de él para tener sexo gratis. Y cuando le parece, le manda a la mierda. No me extraña que Noah haya arrastrado esa relación durante años, teniendo en cuenta que David no le quiere soltar. Yo creo que si David no le quiere, es un capullo por mentirle; pero si le quiere es incluso peor. Yo creo que el amor no es querer poseer a alguien y hacer con él lo que te venga en gana, como hace David con Noah, o como hizo alguien conmigo una vez. Yo creo que el amor es anteponer los intereses de la otra persona a los tuyos, y no estoy seguro de que David haya aprendido a amar así. Si David fuera mínimamente decente, habría dejado de rondar a Noah hace mucho tiempo, y aún espero que deje de hacerlo definitivamente. O sea que no, no me identifico con él para nada.
—¿Te gustaría que alguien hiciera por ti lo que Noah ha hecho por David?
—No. Es decir, no me gustaría tener a la persona a la que supuestamente quiero detrás de mí todo el día como un perrito faldero. Pero en parte, creo que sí que me gustaría que alguien me quisiera tanto que… Bah, déjalo. Iba a decir una tontería.
—¿Sientes celos cuando Noah liga con otros? ¿O cuando volvió con David?
—¿Celos? —Eleva las cejas teatralmente—. ¿Yo? —pregunta poniendo un dedo sobre su pecho. Luego parece pensarlo unos instantes—. Sí, un poco sí. Creo que una pequeña y retorcida parte de mí disfruta de tener a Noah para mí solo.
—¿Qué piensas de los novietes/rolletes que se ha echado tu mejor amigo? Porque anda que el pobre tiene muy mala puntería para elegir tíos.
—Mmmmh, pues mira, no sé. Es verdad que Noah suele tener un gusto pésimo para los hombres. En general, se pirra por los tíos mayores que él y muy guapos (en eso sí que tiene buen gusto, el jodío) y posesivos. Siempre he creído que él… Que una y otra vez intenta reproducir la relación que tuvo con David, y creo que lo hace inconscientemente.
—¿Que opinas de Rafa?
—Pues mira, el enfermerito ese ha venido a romper el patrón, porque el dios de los gays sabe que no es guapo, ni creo que sea posesivo y dominante, ni tiene pinta de ser un amante estupendo, pero… Quizás por eso sea bueno para Noah. Al menos tengo la sensación por primera vez desde que le conozco, de que está superando a David, o al menos, madurando sus sentimientos con respecto a él. Pero tampoco creo que el tal Rafael sea el chico perfecto para Noah. Aunque quizás sólo lo digo porque como acabo de confesar, me pongo un pelín celoso —me guiña un ojo.
—¿Por qué eres tan buen amigo y protector con Noah?
—Porque… como dije antes de él, es un tío adorable, y porque tiene una… No sé cómo describirlo. Es como si él fuera una persona tan… Voy a decir una cursilada —me avisa—, pero es una persona tan íntegra y tan pura que nada de lo que ha hecho o vivido le ha manchado, por así decir. Es decir, en el fondo sigue siendo el chiquillo inocente y medio virgen que conocí hace unos años, y creo que me gustaría que siguiera siendo así, porque… Porque yo perdí mi inocencia demasiado pronto, y me gusta ver que hay personas que aún mantienen esa ilusión, y esa… No sé, esa esperanza en el amor —termina en un susurro—. No quiero que nunca nadie le haga tanto daño que termine siendo como yo.
—¿Y no te dan ganas a veces de partirle la cara?
—¡Oh sí! —exclama, quizás agradeciendo el cambio de tercio—. Cada vez que hace una tontería.
—¿Qué sentiste al saber estás mejor dotado que David?
—Nada en particular. Yo estoy mejor dotado que la mayoría.
—¿De donde salió Arturo y qué hacia en tu coche?
—¿Arturo? —pregunta descolocado—. Aah, el payaso… —Sonríe con melancolía—. Arturo fue un regalo de mi madre, uno de los pocos que me hizo, quizás el último antes de irse, no lo recuerdo muy bien. El caso es que lo he guardado durante años porque quizás es lo último que tengo de ella. ¿Que qué hacía en mi coche? No tengo ni idea de cómo llegó allí.
—Si algún día tuvieras la oportunidad de encontrarte con tu madre ¿Que harías?
—Joder, eso es personal de cojones. Pues no lo sé. Probablemente ni la reconocería si la viera por la calle. Ni siquiera sé si sigue viva.
—¿Hablarías con la madre de Noah para hacerla recapacitar y que acepte de una vez que su hijo es gay?
—No.
—Bien, cambiemos de tema. ¿Estás enamorado de alguien ahora mismo?
—Sí.
—¿De quién?
—Demasiado personal.
—Cuando dijiste que tú también le habías hecho daño a alguien a quien querías, ¿te referías a Samuel? —No contesta, sino que cierra los labios en una línea muy fina. Creo que me estoy pasando, pero aún así, insisto—. ¿No te has parado a pensar que todos cometemos errores?
—Sí, claro que sí —explota al final—. Todos cometemos errores. Lo que nos diferencia a unos de otros es la intención de no volver a cometerlos.
—¿Por qué pareces tan resignado a sufrir las consecuencias de tus actos?
—Porque es lo correcto. Porque como te dije antes, amar es no pensar en tus intereses, sino en los de la otra persona.
—¿Qué sientes cada vez que ves a Samuel?
—Uffff. —Suspira—. Que no quiero, por nada del mundo, volver a hacerle daño.
—¿Tu libertinaje sexual ha sido la causa de tu ruptura con él?
—Mmmhh, no exactamente. Cuando estuve con él no… Nunca… Cuando le puse los cuernos a Samy no fue por sexo, fue por otra cosa.
—¿Entonces por qué fue, por amor? ¿Sigues enamorado de Alejandro?
—No. Ahora mismo, ni siquiera sé si le quise alguna vez. Cuando le conocí yo no sabía lo que era el amor, no sabía que el amor no tenía que doler, que el amor debería ser un sentimiento bueno y puro, algo que nos engrandece, y no que nos humilla y nos hace sentirnos miserables, así que durante mucho tiempo pensé que estaba enamorado de Alejandro, quizás porque era lo único que conocía. Pero ahora que sé lo que es el amor de verdad, y lo que es sufrir por un amor de verdad, ya no estoy tan seguro…
—¿A que le tienes miedo, a Alejandro o a ti mismo?
—Tengo miedo a quererme tan poco a mí mismo como para seguir creyendo que Alejandro es lo mejor a lo que puedo aspirar. Es un sentimiento que intento superar cada día.
—Pablo, ¿has pensado en buscar ayuda profesional para aprender que mereces ser amado?
—Pues no, no lo he pensado, pero a veces… a veces temo que mi relación con Alejandro me haya roto de alguna manera. —Fuerza una sonrisa—. Quizás ahora yo ya no sirvo para algunas cosas.
—¿Crees que usas el sexo para no pensar en tus sentimientos y los problemas que tienes con ellos?
—Creo que sí. Y creo que como todo el mundo.
—¿Has pensado en volver con Samuel? ¿Lucharías por recuperarle?
—Sí que lo he pensado, pero nunca en serio. En parte, creo que lo peor de todo es que yo no tengo que luchar para recuperarle, que lo podría hacer cuando quisiera, pero sé que no debo hacerlo. Como he dicho, me he propuesto no volver a cometer los mismos errores con él.
—¿Ignorar su relación con Jero es parte de un plan para recuperarle?
—En absoluto. Creo que Samuel tiene todo el derecho del mundo a ser feliz con otra persona. Ahora está con ese tío, y les va más o menos bien.
—¿A quien amas realmente? ¿A quién has querido más?
—Creo que eso ha quedado bastante claro.
—¿Has pesado en escribir un libro sobre tu vida?
—Pues mi vida daría para un libro, sí. Pero no soy yo mucho de literatura. Prefiero expresarme a través de mis dibujos.
—Si tu fueras el personaje de una novela, que escribiera yo, por ejemplo —dejo caer como si nada—, y la novela en cuestión se titulara “A través del sexo”. ¿Qué pensarías de ese título?
—Pues creo que si fueras a escribir la historia de mmi vida, usarías ese título porque follo mucho.
—¿Algo de lo que te arrepientas? Que no esté relacionado con lo que ya hemos hablado.
—No. Creo que uno se debe arrepentir de las cosas que deja por hacer. Las cosas que he hecho, malas o buenas, me han servido para hacerme como soy.
—¿Te casarías conmigo? —pregunto al final.
—Pero… —Me mira de hito en hito—. ¿Pero tú no eres lesbiana?
—No hay más preguntas, Pablo —musito completamente abochornada.
—¡Uy! Qué rápido —dice. Luego llama la atención de un camarero—. Un té helado, encanto —le pide, guiñándole un ojo con descaro.
Como una tonta, veo que el camarero del devuelve el gesto. Y que está bueno de cojones. Los hay con suerte.